jueves, 22 de noviembre de 2012

El Museo de arte abstracto de Cuenca

El Museo Abtracto de Cuenca abrió sus puertas por primera vez en 1966, gracias a la iniciativa, esfuerzo, afán emprendedor y aperturista de un grupo de Artistas, entre los que destacan Fernando Zóbel, Gerardo Rueda y GustavoTorner.



Fotografía de Fernando Nuño
El 30 de junio de 1966, en una celebración informal y amigable, se abre el Museo de Arte Abstracto Español, con una pequeña parte de la colección, unas cuarenta obras, al tiempo que se edita el primer catálogo, con fotografías de Fernando Nuño.
 La colección permanente de éste museo de arte abstracto español, una de las mejores representaciones de la pintuara abstracta española de mediados del siglo XX, se compone de 127 pinturas y esculturas de artistas españoles -sobre todo de la época de los 50 y 60-, con representación de los movimientos El Paso, Dau al Set y el Grupo Cuenca.

Artistas como Antonio Saura, Manolo Millares , Antoni Tàpies, Gustavo Torner, Gerardo Rueda, Eusebio Semper ,Manuel Mompó Fernando Zobel son los mejor representados; si bien también se expone obra de: Eduardo Chillida, Martín Chirino, Luis Feito, Joan Hernández Pijuan, Jose Mª López Yturralde , Jordi Teixidor, Pablo Palazuelo, Jorge Oteiza, Lucio Muñoz, Manuel H. Mompó, Manuel Rivera, Manuel Viola, entre otros.


Obra de Saura, al fondo, en el Museo de Arte Abstracto de Cuenca

María Bolaños relata para el catálogo de la Fundación Juan March el origen del museo ''
un museo pensado, diseñado y realizado por artistas, ajenos al ámbito del conservador–funcionario al uso. Un sueño de amigos, una inquietud común. En un equipo inspirado por la generosidad y el espíritu de colaboración, Zóbel dirigió el museo y la organización de sus contenidos, Torner asumió la codirección, Gerardo Rueda fue nombrado conservador jefe, y Antonio Lorenzo, Sempere y Fernando Nuño quedaron como asesores.''
http://www.march.es/arte/cuenca/coleccion/futuro-hoy.aspx

pasada la posguerra y entrada ya la década de los sesenta, los museos de arte moderno europeos seguían resintiéndose de los daños sufridos durante la contienda —la destrucción material, la sangría de sus colecciones y el desprestigio causado por las manipulaciones ideológicas—, y vivían en la precariedad.

El caso español era aún más desalentador. A comienzos de los sesenta el país a duras penas encubría la anomalía de la dictadura - "años de penitencia", como los llamó Carlos Barral, caracterizados por el raquitismo de la vida intelectual, el aislamiento artístico de todo contacto extranjero y, en el caso particular de los museos, por una rutinaria y aletargada actividad y la mayor desidia de los poderes oficiales-. Los museos estaban polvorientos, anticuados, vacíos.

Si bien régimen había comprendido la imposibilidad de mantener el monopolio academicista, así como la inconveniencia de su rabia antimoderna y de su visión de la vanguardia como una conspiración contra los valores eternos del arte español; cualquier iniciativa debía responder a la naturaleza propia de todo museo dedicado a la modernidad artística y a la vez, verse obligado a cumplir esta tarea casi clandestinamente, para no molestar al Gobierno.

En esa década incierta son frecuentes las iniciativas de sectores ajenos al campo profesional del museo, en especial por los propios artistas -con creadores que imprimen a sus colecciones un sello declaradamente privado, que se adentran en aventuras museísticas arriesgadas.

El punto de partida en este caso era una excelente colección de arte español de la generación más joven, cuyo propietario, y principal inspirador del proyecto, era Fernando Zóbel, un pintor nacido en Filipinas, formado en Harvard y desde  1955 había viajado por Europa y España. Conoce a Rueda en 1955, y enseguida a Saura, Chirino o Sempere, que regresa a España en 1960, para instalarse aquí definitivamente en 1961.

Una afinidad más particular se tejió entre Zóbel, Rueda y Torner, avivada por los viajes a París, los proyectos expositivos comunes, en Biosca, Juana Mordó o Juana de Aizpuru, o la asistencia a la Bienal de Venecia, en 1960 y 1962, a la que acudieron juntos, así como a distintas exposiciones en Basilea, Múnich o en la Tate Gallery de Londres. Estos artistas formarán el llamado Grupo de Cuenca, al que se sumarán José Guerrero, Antonio Lorenzo, Manuel H. Mompó y Eusebio Sempere entre otros.
 

Reunión de amigos, entre otros,
Fernando Zóbel, Gerardo Delgado,
Gustavo Torner y José Guerrero,
en casa de Torner en Cuenca, 1966.
Fotografía de Eric Schaal.
Torner, que vivía en Cuenca sugiere la rehabilitación de unas viejas casas medievales en la parte alta, que pertenecen al Ayuntamiento. La disposición del Ayuntamiento a ceder el edificio les hace decidirse por esta ubicación.

El 30 de junio de 1966, en una celebración informal y amigable, se abre finalmente el Museo de Arte Abstracto Español, con una pequeña parte de la colección, al tiempo que se edita el primer catálogo, con fotos de Fernando Nuño. En esta presentación se recorrían las diversas tendencias abstractas - desde el orden constructivista más racional de Néstor Basterrechea, hasta el expresionismo figurativo de Saura, pasando por personalidades líricas, como la que encarnaba el propio Zóbel, grandes coloristas como Guerrero, amantes del negro como Lucio Muñoz, cultivadores de la caligrafía como Mompó o de un materialismo radical, como era el caso de Millares o Tàpies-.
 
Museo Abstracto de Cuenca;
Dirección: Casas Colgadas 16001

Horario: De martes a viernes y festivos: 11-14 h. y 16-18 h.
Sábados: 11-14 h y 16-20 h.
Domingos: 11-14,30 h.
Lunes: cerrado.

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